3ª carta de San Jerónimo

Brescia, 14 de junio de 1536 
A Ludovico Viscardi, en Bérgamo

‘ Señor Ludovico, queridísimo en Cristo. Con vuestra paciencia salvaréis vuestras almas. ¿Pues qué ventaja tendrá el hombre si gana el mundo entero? Creo que me podéis entender, pero somos como la semilla sembrada entre las piedras, es decir, de los que creen durante un tiempo, pero a la hora de la tentación desfallecen.2 A nosotros nos corresponde soportar al prójimo, disculparlo en nuestro íntimo y rezar por él, y exteriormente, tratar de hablarle cristianamente con palabras dulces, rogando al Señor que, por vuestra paciencia y vuestro hablar amable, os haga digno de decirle tales palabras que se sienta iluminado en su error en ese instante. Porque el Señor consiente tal error para vuestra utilidad y la suya, de manera que vos aprendáis a tener paciencia y a conocer la fragilidad humana y que él, por medio vuestro, sea iluminado y así sea glorificado el Padre celeste en su Cristo.

3 Y hay que guardarse de hacer lo contrario cuando acontece una de estas ocasiones; como sería murmurar, hablar mal, enfadarse, impacientarse, decir: ‘No soy un santo; esto no se puede tolerar; éstos no son hombres mortificados’, o cosas parecidas; y luego ceder el propio beneficio a otros, diciendo: ‘sería bueno que le hablase tal, o también que le escribiese y lo advirtiese, porque lo haría mejor que yo; a mí no me creerá; yo no valgo para eso, etc.’; pues hemos de pensar que solo Dios es bueno y que Cristo obra en aquellos instrumentos que se dejan guiar por el Espíritu Santo.

4 Y dado que yo he leído vuestra carta, vista con gran satisfacción por el celo que se ve que tenéis por la obra, he creído oportuno escribiros la presente, mal escrita, como es mi costumbre, remitiéndome luego al señor Padre Agustín, quien os hará algunos avisos, estando dirigida la carta a él.

5 Por lo que se refiere a la farmacia, creo que se ha tomado una pobre determinación al decidir que se pague de mes en mes y que de la antigua deuda se vaya descontando algo cada mes. Había que proveer para hallar el modo de conseguir el dinero para pagarla. 6 Con todo, es necesario aceptar lo que manda el Señor y valerse de todo, y rogar siempre al Señor que nos enseñe a llevar todo a buen fin y a tener por cierto de que todo redunda en bien y a rezar y orar tanto, que veamos, y viendo, obrar conforme a cuanto acontece en ese momento, puesto que dentro de un mes no tendréis medios para pagar el gasto nuevo y tampoco la deuda antigua.

7 Por lo tanto, si el Señor no manifiesta otra cosa, se podría entonces convocar nuevamente a los amigos de la obra y recordarles que fue acordado por ellos el que cada mes se pagase la farmacia, etc., y que al presente no había forma, y que todos recordasen de qué forma debería actuar cada uno. 8 Y si no se halla otro modo, recordad al señor Marco Antonio y al señor Juan que en otras ocasiones se acordó que todas las obras estén unidas y que la cuestación se realice conjuntamente; pero que antes se dé de comer a los pobres, luego se pague las deudas contraídas por la comida y lo demás. Se ordene llevar a cabo esto y se deje estar todo lo demás; y se realicen cuestaciones a propósito del mejor modo que se les ocurra, y se cancele esa deuda.

9 En cuanto al segundo punto, mucho me temo que al organizar tres cuestaciones se molestará a la gente, se dividirá la obra, se llegará a la competencia y ,1o que es peor, a murmuraciones y a enfrentarse una obra con otra. 10 Y por lo que se refiere a que el Obispo corra con los gastos de una de las obras, no creo que Su Señoría haya decidido eso, o quizás no se le haya comprendido bien, puesto que yo sé que Su Señoría ama a todas las obras y es su deseo socorrerlas a todas. Pero no se puede más de lo que se puede. Y hay que creer que Su Señoría hará lo que pueda: o media, o una entera, o dos, o tres, o todo, o parte, según el Señor le dé fuerzas. ” En cuanto a buscar hombres elegidos, mucho lo alabamos y pedimos al Padre que mande obreros.

12 Respecto al tercer punto, nada sabemos de aquella mujer veneciana, así que no podemos daros ninguna respuesta. 13 ¡Cuánto lo siento por el señor cura Zanon!: mucho me alegraría de que fuese advertido y suplicado por amor de Dios que resistiese ante esa tentación y feliz él si se habrán dicho cosas malas en su contra con mentira; y que debería soportarlo con gran alegría, esperando una gran recompensa en el cielo.14 De aquella buena persona no sabemos aún nada; y ninguna buena tenemos entre manos.

15 4º No solamente os advierto que no os entrometáis en estas cosas, sino que, en caso de que alguno sacase la conversación, interrumpidle el discurso, y no porque el trabajo no sea un bien, pues está escrito: “Quien no trabaja, que no coma”, sino porque siempre que se nos proponga algo bueno que no pueda realizarse hay que considerarlo con toda certeza como tentación luciferina y que no es de Dios, porque Dios no hace nada inútilmente. Y esta tentación no es una tentación nueva, sino vieja.

16 Y en esto no estamos lejos de ese deseo, pues continuamente nos hemos esforzado por cumplirlo: es de dominio público que hemos trabajado tres años en Venecia, públicamente, con los pobres desamparados; durante dos años, y éste es el tercero, hemos trabajado en el arte rural en las comarcas de Milán y de Bérgamo, públicamente: y todos lo saben. Y la señora Ludovica sabe cuánto hemos luchado para poder conseguir para casa el arte de tejer, hasta querer trabajar gratis. Y ahora, aquí, en Brescia,hemos empezado a coser sombreros. Y os digo todo esto para confirmaros que otros murmuran y sólo tienen este deseo de boquilla, mientras que nosotros hemos manifestado ese deseo con hechos. No es necesario, pues, espolear al caballo que ya corre. ” Por eso os digo: no puede hacerse; no que no haya que hacerlo o que no se pueda trabajar. Pues, ¿a quién tenéis en casa apto para trabajar? ¿A quién tenéis que quiera enseñarles por amor de Dios? ¿Y con qué trabajo contáis para este fin?

18 Así pues concluyo que el trabajo es un bien y yo lo voy buscando continuamente y pido a Dios que nos lo dé; pero no veo ni el modo ni la manera, excepto una, y pensamos que ésta tendrá éxito en todos los lugares donde trabajamos: es decir, hacer trenzas para sombreros. En relación con esto, hemos descubierto muchos secretos más de una vez: últimamente, sobre cómo preparar la paja. Por eso os ruego que con cuanta reputación podáis procuréis que se empiece a hacer este trabajo. 19 Los pasos que por ahora habéis de dar son hablar con los amigos para que os guarden algunas decenas o cientos de haces de trigo, de escanda y de farro sin trillar. Luego, a petición vuestra, os mandaremos los maestros adecuados.

20 5° Hemos sentido un grandísimo consuelo con relación a Basilio; ayudadle a comprender, mimadlo, estad presente siempre que podáis, siempre que haga las curas; alabadlo siempre que sea de alabar y cuando no, sobrellevadlo. Ocupaos de que se le ayude, para que, en cuanto llegue, estén ya preparados los enfermeros y todos los ungüentos y las vendas, algodones, gasas, aguja, hilo, etc. Nunca le prometáis nada, para que tenga su mérito; pero si podéis hacer algo por él en algún momento, que el Señor os lo manifieste. Y decidle que si yo, donde me encuentre, me entero de alguna buena fórmula, se la enviaré enseguida, incluso aún teniendo que sacarla de algún hospital. Y así veréis aumentar el honor de Dios, del hospital y de Basilio.

21 6° Organizad las cosas de la cuestación como mejor sepáis; confío en que, donde nosotros no lleguemos, el Señor suplirá con creces.

22 7° En cuanto a la tela, me gusta mucho; pero ¿qué es eso para tantas personas? Sin embargo, damos gracias a Dios de todo ello.

23 8º En cuanto al sacerdote, habéis hecho muy bien en recordarlo, aunque todos busquen y lo necesiten y no se encuentre. Con todo, no habrá que dejar de buscar.

24 9° De Romiero y de Martín no sé decir otra cosa sino que los discípulos son según el maestro. Por eso, rogad a Dios que me dé la gracia de poder darles mejor ejemplo del que hasta ahora les he dado y que Dios les dé mejor maestro y a mí mejores colaboradores.

25 10° En cuanto a Ambone, aceptadlo con esta condición, si es de vuestro agrado y del suyo; de no ser así, mandádmelo. Y haced, además, con él este otro trato: que se siente siempre al final de la mesa y que, cada vez que haga algún daño, no beba vino; y si hace algún daño de mayor relevancia, reciba el correspondiente castigo. Su trabajo sea vaciar los orinales junto con los compañeros que vos decidáis, barrer la casa, acarrear el agua, la leña, etc., pero que nunca se ocupe de las cosas de comer. Y que nunca salga de casa ni que hable con nadie que no seáis vos o nuestro encargado -que se llama lugarteniente- y el guardián. Y si durante un cierto tiempo respeta estas reglas, permitidle entonces que, en la mesa, se junte con los demás; y cuanto más vaya mejorando, más se le aflojará este yugo de penitencia por los errores cometidos. Y cuidaos bien de no ahorraros castigos cada vez que vuelva a hablar como antes, y si lo hace y no se acusa, dadle el mismo castigo.

26 Mejor sería que consiguierais hacerle cumplir esta regla con buenas palabras, sin tener que decirle que os lo he escrito yo. Estad muy atento y advertid al portero, pues bien pronto podría escaparos y llevarse con él a algunos chicos, pues así acostumbra a hacer y ha afirmado de querer llevarse a Juan… Y si él habla de irse, contentadlo inmediatamente y no le concedáis más tiempo.

27 11° De momento, y no como medida ordinaria, sino por una vez, si se da el caso, o alguna más, si así os parece, se os concede licencia para dar de comer a los cuestuantes, porque yo no tengo autoridad para dárosla más ampliamente, pues el asunto habrá de ser tratado en el capítulo o consejo nuestro; y cuanto se decida os será comunicado, si así lo requerís.

28 12° En cuanto a la lectura, no os fiéis de los chiquillos: vigilad, preguntad, examinad y comprobad a menudo si leen o recitan. Y no os fiéis de Bernardino. En relación con la gramática, no sé yo a quién tenéis que sea apto para enseñar gramática; en cuanto tengáis a alguien, comunicádselo al señor cura Alejandro, de quién se trata, cuáles son su disponibilidad y sus condiciones, y él os responderá.

2913° En cuanto al señor Juan, no hay que hablarle con cartas muertas, como mis cartas, sino que hay que rezar por él y hablarle de viva voz con palabras de vida.

De mano de Barili

30 El Siervo de los Pobres, Jerónimo, ha escrito cuanto antecede.

31 Como creo que el señor Jerónimo os ha escrito lo suficiente en respuesta a cuanto vos escribís, no me alargaré más, excepto deciros que os remitimos otra vez la vuestra para que podáis contrastarla con la presente, y otra más, dirigida al señor Amadeo, el hermano del señor Juan Cattaneo. Tratad de que la reciba pronto, ya que es importante. 32 Sólo me queda por deciros que habéis cometido un grave error al no mandar una carta a aquel sacerdote de Somma Campagna, habiendo estado ahí el señor León, que podía habérsela llevado, a pesar de habéroslo dicho. 33 Nada más. Que sigáis bien en el Señor y que recéis por nosotros todos.

34 Desde Brescia, en el hospital de la misericordia, a 14 de junio.

Agustín, sacerdote, Siervo de los Pobres.