Venecia, desde la Trinidad, a 21 de julio de 1535
A Agustín Barili, después a la Compañía.
1 Hermanos e hijos dilectísimos en Cristo de la Compañía de los Siervos de los Pobres.
2 Os saluda vuestro pobre padre, y os conforta en el amor de Cristo y en la observancia de la ley cristiana, tal como os lo demostré de palabra y de obra cuando estaba con vosotros, de tal manera que el Señor ha sido glorificado en vosotros por medio mío.
3 Y porque nuestro fin es Dios, fuente de todo bien, en quien sólo -como decimos en nuestra oración- debemos confiar y no en otros, así lo ha querido nuestro benignísimo Señor, para aumentar la fe en vosotros, sin la cual -dice el evangelista- Cristo no puede hacer muchos milagros, y para atender la oración santa que le hacéis, porque quiere servirse de vosotros pobrecitos, atribulados, afligidos, cansados y hasta por todos despreciados e incluso privados de la presencia física, que no del corazón, de vuestro pobre y tan amado y querido padre.
4 Y es bien cierto que no puede saberse esto, por qué El haya actuado así, sin embargo pueden considerarse tres razones.
5 La primera, que nuestro Señor bendito quiere daros a entender que os quiere contar entre sus hijos queridos, con tal que perseveréis en sus caminos, como ha hecho con todos sus amigos y al final los ha hecho santos.
6 La segunda, para acrecentar vuestra fe en El solo y no en otros, ya que -como os he dicho antes- Dios no realiza sus obras en aquellos que no han depositado toda su fe y esperanza en él solo; en cambio, a aquellos que tienen gran fe y esperanza los ha colmado de caridad y ha realizado grandes obras en ellos. Así pues, no desfalleciendo vosotros de fe y esperanza, él hará con vosotros grandes cosas, exaltando a los humildes. Por este motivo me ha alejado de vosotros, juntamente con cualquier otro instrumento que os satisface , y os ha llevado a estas dos elecciones: o faltaréis de fe, y volveréis a las cosas del mundo, o permaneceréis fuertes en la fe y de este modo os probará.
7 La tercera para probaros como se prueba al oro en el crisol: las escorias e impurezas que hay en el oro, se consumen en el fuego mientras el oro bueno se conserva y aumenta su valor. De igual modo se comporta el siervo bueno del Señor que espera en El: está firme en las tribulaciones y luego Dios lo conforta y le da el ciento por uno en este mundo de todo lo que deja por amor suyo, y en el otro la vida eterna. Así ha hecho con todos sus santos. Así hizo con el pueblo de Israel: después de tantas tribulaciones que padeció en Egipto no solamente lo sacó de Egipto entre prodigios y lo alimentó con el maná en el desierto sino que, además, le dio la tierra prometida.
8 También vosotros sabéis, porque os lo he asegurado yo, además de otros, que esto mismo hará Dios con vosotros si permanecéis firmes en la fe. Y ahora yo os lo repito y afirmo con más insistencia que nunca: que si permanecéis fuertes en la fe en medio de las tentaciones, el Señor os consolará en este mundo, os hará salir de la tentación y os dará paz y descanso en este mundo: en este mundo, digo, temporalmente, y en el otro, para siempre. 9 Y es que de esto tengo yo alguna certeza visible, de que nuestra Compañía tiene en este mundo un lugar de paz. Por eso os escribo esta carta aposta, para que nos enviéis a dos muchachos a quienes poder mostrarles dicha tierra prometida, que nosotros llamaremos lugar de paz. Y este párrafo permanezca en secreto y que no se lea a nadie más que a los de la Compañía de los siervos. 10 Por lo tanto, enviadme a dos muchachos de la Compañía de los siervos; y los que se quedan, traten de permanecer firmes en la vía de Dios, que es amor y humildad con la devoción.
” Procurad que no se de escándalo ni molestia en la Compañía como en los lugares en los que servís. Sabed que los dos que me vais a mandar no importa que sean más de los antiguos que de los nuevos, ni grandes ni pequeños, ni primeros ni últimos. 12 Y tened presentes dos cosas: la primera, que de ninguna manera dejéis desatendida la Compañía en los lugares mencionados, al contrario, atendedlos aún mejor, si cabe. No puedo deciros otra cosa: atendedlos aún mejor y no regateéis esfuerzo alguno para mantener a todos en la vía de Dios. La segunda, que aquellos que me mandéis os parezca que tienen intención de permanecer en la Compañía y de observar las buenas costumbres cristianas, y que vengan de buena gana.
13 Ruego aún a toda la Compañía que quiera dar este encargo al señor cura Agustín y a Juan Antonio vice; y que todos acepten de buen grado que sean elegidos los que ellos dos, de común acuerdo, elegirán; pero aconsejándose y examinándolo todo tranquilamente y con prudencia, puesto que no hay ninguna prisa; pero cuando Dios envía una ocasión no hay que perderla.
14 Y aún por otra razón más os recuerdo que no tengáis prisa, porque me gustaría que estuviesen de tal manera informados por parte del señor cura Agustín acerca de todo, y de Juan Antonio vice acerca de la Compañía e igualmente del señor Juan Pedro, que, además de las cartas que me escribirán los tres, habrán de saber contestarme sobre algo que les pregunte. Por tanto, poneos enseguida a escribirme y hacedlo los tres extensamente.
15 Nada más. Quiero que todos me creáis estas palabras: tened por cierto, cierto, cierto de que mi alejamiento será para mayor honra de Dios y para bien de la Compañía, si vosotros no falláis. Pero si vosotros falláis, el honor de Dios no fallará, como está escrito, pues se manifestará en otros. Por tanto, todo depende de vosotros, pues Dios no fallará.
16 Entregadles las dos esclavinas blancas que solíamos ponernos Juan Antonio y yo, y decidles que vayan a alojarse en los hospitales diciendo que me traen cartas importantes y que les ruegan en mi nombre que les den un trozo de pan por amor de Dios, para no perder tiempo pidiendo. Pero que no se fíen de esto, sino del Señor, y que acepten sufrir. Que digan a todos que, además de las cartas, tienen que hablarme, personalmente y en secreto, de parte del señor cura Agustín.
17 Señor cura Agustín: una vez que hayáis leído esta carta, la mandaréis a la Compañía, confortando a todos en el Señor.
18 Os recuerdo aún que estéis atentos, y os lo recuerdo sobre todo a vos, carísimo señor cura Agustín, y a Juan Antonio vice, que os esforcéis por tener un cuidado particular para mantener a la Compañía en paz, un cuidado mucho mayor que cuando estaba yo, el mejor que se pueda decir. Y si hubiese alguien que no se dejase guiar, no tengáis miedo de tomar medidas, sin ningún reparo, porque es siempre mejor que sufra uno a que se turbe toda la Compañía o surja alguna mala costumbre.19 Así mismo, al revés, si Juan Antonio manifestase el deseo de que alguno no le sea quitado; sobre este particular, poneos de acuerdo entre vosotros dos, de momento, hasta que Dios no os muestre otra cosa.
Escribió Jerónimo
21 de julio de 1535, en Venecia, desde la Trinidad.